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Mateo 13, 1-9
Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron.
Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra sesenta; otra, treinta. El que tenga oídos, que oiga».
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Los pájaros
Hay pájaros por todas partes; y, en verano, también mosquitos. El niño que grita, el teléfono móvil que suena, la puerta de la iglesia que se abre a mitad de misa, el brazo que te pica, el señor de delante que se suena, el otro que habla con la mujer durante el evangelio… Me dirás que es imposible evitar las distracciones en misa.
Un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Yo te diré que la culpa no es de los pájaros. La culpa es tuya, por estar al borde del camino. Tendrías que haber pasado dentro, al campo, donde la semilla cae en el surco y penetra la tierra. Pero el que está al borde del camino ya sabemos a lo que está: a mirar quién pasa o a hacer auto-stop.
Procura llegar a la iglesia unos minutos antes de que la misa comience. Aprovecha esos minutos para recogerte, para entrar en tu alma, en tu campo. Y mucho mejor si vienes ya recogido desde casa, haciendo comuniones espirituales. Luego, cuando la misa empiece, escúchala desde allí, atendiendo al Dios que está detrás de lo que ves. Te distraerás menos, te lo aseguro.>/i>