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8 junio 2025

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo

Juan 20, 19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

***

El beso de su boca
Que me bese con el beso de su boca (Ct 1, 2). Así comienza el Cantar de los Cantares. Y así comienza, también, la historia del hombre sobre la Tierra. Porque, según nos explica el Génesis, tras haber formado al hombre del barro, Dios insufló en su nariz aliento de vida (Gn 2, 7). ¿Acaso no es un beso, ese soplo? Cuando se besan quienes se aman, comparten lo más íntimo que sus cuerpos pueden compartir: su aliento. Y cuando, en el principio, Dios besó a aquel muñeco de barro en la nariz, le entregó su Aliento de vida, es decir, su Espíritu.
Y, dicho esto, sopló sobre ellos.
Es la nueva Creación. Y el Verbo divino, por quien todo fue creado en el principio, resucitado de entre los muertos, besa a la nueva criatura, le entrega su Aliento, y, con Él, su Amor y su Vida. Ese soplo crea santos.
Hoy te besa Cristo, si es que estás dispuesto a dejarte besar. Hoy te entrega su Aliento, y lo insufla en lo más íntimo de ti. Hoy recibirás, en tu alma, el Amor más tierno y poderoso. Hoy, quien te ama morará en ti. Hoy serás templo de Dios.