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4 junio 2025

Que sean uno, como nosotros

Juan 17, 11b-19

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».

***

Corazón de madre
Se marcha Jesús, y parece como si tuviera miedo de lo que pudiera ocurrirle a su rebaño cuando Él no esté. Su oración, más que de pastor, parece de madre. He visto a madres irse al cielo con miedo por la unidad de sus hijos y la salvación de sus almas. Y las he visto amonestar, en el lecho de muerte, a hombretones de cincuenta años como si tuvieran doce: «¡Qué haréis sin mí! No os peleéis. Perdona a tu hermana por lo que te hizo. Cuidaos unos a otros»…
Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno… Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste… Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida.
Como los hijos de cualquier familia, somos todos muy distintos, y no nos entendemos igual de bien con todo el mundo. Pero traicionaríamos esos deseos maternales de Jesús si cada uno nos empeñáramos en vivir nuestra fe en solitario, o arropados sólo por nuestro pequeño grupito de afines. Tómalo como un encargo directo de Jesús a ti: cuida a tus hermanos.