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14 junio 2025

Yo os digo que no juréis en absoluto

Mateo 5, 33-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

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En honor a la verdad
En España, los políticos ya no suelen jurar sus cargos, porque huyen de cualquier atisbo de religiosidad que los vuelva impopulares, y entienden que el juramento es un acto religioso. Tienen razón en ambas cosas. La profesión pública de fe acarrea persecuciones, y un juramento son palabras dirigidas a Dios.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto.
Al menos, en esto, nuestros políticos obedecen al Señor. Y no es que jurar sea pecado. Es que la experiencia nos dice que quien jura mucho miente mucho. Si alguien necesita jurar para que le crean, es porque sus mentiras le han hecho perder el crédito ante los demás. Quien siempre dice verdad no necesita jurar.
Cristo es la Verdad. Y quien hace honor a la verdad hace honor a Cristo.
Satanás es el padre de la mentira. Y quien miente, aunque sea en una insignificancia, emparenta con Satanás. Las mentiras piadosas son mentiras hasta en el nombre; nunca hay piedad en un pecado.
A quien ama a Cristo le conviene hablar poco, y decir siempre verdad. Quien así lo hace, no necesita poner a Dios por testigo de sus palabras, porque sus palabras dan testimonio de la verdad de Dios.