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8 mayo 2025

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo

Juan 6, 44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

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Dulce pelícano
En la preciosa oración «Adoro te devote», llama santo Tomás a Jesús «pie pellicane», «dulce pelícano». Se trata de una imagen muy antigua, representada por los primeros cristianos, quienes dibujaban a Jesús como un pelícano que alimentaba a sus crías en su propio pico. Mirado de lejos, parece que las crías estuvieran devorando el pecho del padre. Por eso aquellos hombres llamaron pelícano a Jesús: porque nos alimenta con su cuerpo. El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
Qué imagen tan hermosa; no sólo la de Cristo, sino también la de la Iglesia. Ella es la congregación de las crías que se agrupan en torno al pecho del dulce pelícano en busca de alimento. En cierta ocasión, Jesús dijo: Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres (Mt 24, 28). El P. Brukberger, autor de «La Historia de Jesucristo», propuso una traducción distinta de estas palabras: «Donde está el cuerpo, allí se reunirán las águilas». De nuevo, muestra a la Iglesia agrupada en torno al Pan eucarístico.
Sea como fuere, la Eucaristía mantiene a la Iglesia viva y unida en esta tierra. Sin Eucaristía, no hay Iglesia. Ojalá fueras apóstol de la Eucaristía.