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14 abril 2025

Y la casa se llenó de la fragancia del perfume

Juan 12, 1-11

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. Jesús dijo:
- «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

***

Te está pidiendo cariño
Sé que es difícil pensar en un Dios necesitado. Los necesitados –decimos– somos nosotros, y por eso acudimos a Dios, que es la riqueza suma, la omnipotencia y el Amor eterno: para que nos socorra y sacie nuestra hambre de pan y de consuelo.
Pero así no podemos participar en la Semana Santa. El Dios que se hizo carne quiso someterse a nuestra misma pobreza y pasar necesidad. En Semana Santa, el necesitado, el enfermo y el menesteroso es Él. Y –no te sorprendas– nos pide socorro.
Verás al Señor, en esos últimos días, muy necesitado de cariño humano. Cuando María unge sus pies, Jesús se deja consolar y valora el gesto de esa santa mujer: Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura.
Así va a ser durante toda esta semana: Jesús te está pidiendo cariño, quiere compañía, busca cireneos que se arrimen a Él, verónicas que enjuguen su rostro, marías y juanes que le consuelen al pie de la Cruz.
Anda, despierta, que Dios encarnado te necesita. ¿Qué harás para darle cariño, puesto que tanto Amor has recibido de Él? Visita el sagrario, mira al Crucifijo, dile lo que más le gusta oír: «¡Jesús, soy tuyo!»