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Juan 8,51-59
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien
guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron:
«No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
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Toma la mano que te salva
En mi juventud, durante los años 80 de aquella movida madrileña, se hizo famosa una canción de Víctor Manuel: «Déjame en paz, que no me quiero salvar».
La he recordado mientras contemplo el dolor del Señor ante aquellos judíos que parecían empeñados en no dejarse salvar. Jesús les ofrece el remedio ante la muerte: Quien guarde mi palabra no verá la muerte para siempre. Y ellos responden: Estás endemoniado.
Qué bien se entienden, ahora, las palabras que pronunció Jesús en la Última Cena: Si yo no hubiera hecho en medio de ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado, pero ahora las han visto y me han odiado a mí y a mi Padre (Jn 15, 24).
He aquí el drama de la Pasión de Cristo: Dios no condenó al hombre, sino que se hizo hombre para ofrecerle al mundo la salvación de la condena a muerte en que el propio hombre había incurrido. Y cuando tendió su mano ofreciendo al hombre vida eterna, los hombres le escupieron en la mano y lo mataron.
Se acerca la Semana Santa. Y Cristo te ofrece su mano llagada y su palabra de vida. Déjate salvar. Medita su Pasión, y acompáñalo.