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18 marzo 2025

No hacen lo que dicen

Mateo 23, 1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías. El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

***

¿Quién te has creído que eres?
«A veces he estado “tentado” de buscar a Dios, pero me ha echado atrás el pensamiento de mis amigos “creyentes”. Me miran con condescendencia, como si, en el fondo, se sintieran superiores a mí. Yo no quisiera mirar jamás así a ningún hombre».
Esto me lo dijo, hace años, un hombre «sin Dios». No le he vuelto a ver, no sé qué habrá sido de él. Pero me dejó clavado ese regalo como una flecha cuya punta nunca he logrado extraer. Ya supongo que, en sus palabras, habría algo de autojustificación; pero, a buen seguro, también habría mucho de verdad. No me resulta ajeno, ni exótico, ese reproche.
Les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas. ¿No era eso mismo lo que el Señor reprochaba a los fariseos? ¿No estaba advirtiendo a sus discípulos contra una piedad que sitúa al hombre por encima de su hermano?
¿Y tú? ¿Quién te has creído que eres? Tu trato con Dios ¿te sitúa en la «élite» de los salvados, o te postra a los pies de tus semejantes?
Tendrás –¡debes tener!– amigos que viven «sin Dios». ¿Cómo te ven? ¿Cómo se sienten mirados por ti?