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21 febrero 2025

El que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará

Marcos 8, 34-9, 1

En aquel tiempo, llamando a la gente y a sus discípulos, Jesús les dijo:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles».
Y añadió:
«En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios en toda su potencia».

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No somos supersticiosos
¿Cuál es la diferencia entre religión y superstición? La superstición, a través de signos sensibles (amuletos, prácticas, palabras…) recurre a poderes ocultos para burlar al sufrimiento y a la muerte: «Si llevo esta pulsera, triunfaré en el amor; si toco madera, ahuyentaré la desgracia; si llevo esta camisa, aprobaré el examen». La religión, sin embargo, es misterio de amor que lleva al hombre a unir su vida a Dios en comunión interior.
Pero, si Dios cuelga de una cruz, la religión se convierte en lo contrario de la superstición. Porque el hombre, para unirse en amor a Él, es capaz de abrazar la muerte y perderlo todo.
Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el evangelio, la salvará. Cuando el propio Dios te invita a tomar tu cruz y seguirle, y aceptas la llamada, no debería extrañarte que aparezcan en tu vida la contrariedad, el dolor y el fracaso. No rezamos para ahorrarnos sufrimientos, sino para unirnos a Cristo.
¿Cuál es la diferencia entre el santo y el supersticioso? El supersticioso muere como quien, finalmente, perdió la partida. El santo muere unido a Cristo, y alcanza, en Él, vida eterna.