Página inicio

-

Agenda

16 enero 2025

La lepra se le quitó, y quedó limpio

Marcos 1, 40-45

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: -«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
-«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente:
-«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que sirva de testimonio».
Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a el de todas partes.

***

¡Si todos pecáramos así!
Cuando san Pablo dice: ¡Ay de mí si no anuncio el evangelio! (1Co 9, 16), está dando a entender que el verdadero apostolado no es penosa obligación, sino necesidad urgente del enamorado. Tan urgente es, y tan necesario, que se escapa de los labios incluso en contra de los mandatos del propio Dios. Quizá sea el único pecado disculpable de quien ha sido salvado.
>b>Jesús lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie». Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho. Imagina el discurso que manaba a borbotones por la boca del leproso. No era la lección de un maestro, ni el sermón de un predicador, ni la clase magistral de un teólogo. Era el testimonio de un hombre que reventaba de alegría. Hablaba de Cristo mientras hablaba de sí mismo, porque todo su pregón se reducía a esto: «¡Mirad lo que ha hecho conmigo!».
Y, bien pensado, ¿no era ése el pregón de Pablo? El verdadero apostolado no es el discurso de un sabio, sino la confidencia de un amigo: «Cristo ha alegrado mi vida, y te lo cuento porque no puedo callarlo. Soy demasiado feliz».
No hagas apostolado. Sé apóstol.