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Mateo 15, 29-37
En aquel tiempo, Jesús se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».
Los discípulos le dijeron:
«¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».
Jesús les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron:
«Siete y algunos peces».
Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.
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Cenas de amigos y comidas de trabajo
El verdadero placer de la comida no se agota en el alimento. Para los animales, la comida no es más que una función fisiológica; pero los humanos somos capaces de disfrutar la comida como un placer social. Una cena con amigos, bien surtida y bien regada, sazonada con una conversación agradable, es un verdadero descanso para el alma. Sin embargo, una comida de trabajo, compuesta por sándwiches, prisas, y conversaciones urgentes es un trámite engorroso en el que, al menos, agradeces poder llevarte algo al gaznate.
¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios! (Lc 14, 15), le dijo un hombre a Jesús. Y llevaba razón.
Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse. En este mundo, la comida más gozosa y sublime, aperitivo del banquete celeste, es la Eucaristía. No la conviertas en apresurada comida de trabajo, que no son sándwiches lo que se te ofrece, sino al propio Dios. No vayas con prisa, disfrútala, saboréala, porque es tu descanso en el camino. Procura que no te falte ningún día la comunión en este Adviento.