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Mateo 17, 10-13
Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
Él les contestó:
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».
Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.
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Elías sin mascarilla
Durante lo peor de la pandemia de 2020, era complicadísimo reconocer a los amigos. Sobre todo en invierno, cuando sobre la mascarilla iban las gafas y sobre las gafas el gorro de lana. A los curas era más fácil distinguirnos, por el alzacuellos. Y, cuando se nos acercaba alguien a saludarnos efusivamente, nos quedábamos mirando con cara de bobos… Hasta que se bajaba la mascarilla: «¡Ah, eres tú! No te había reconocido. Buenos días». No era culpa nuestra. Se nos perdonaba bien.
Os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron. ¿Era Juan la mascarilla de Elías? ¿Vino disfrazado el profeta? En ese caso, no habría culpa en quienes no lo reconocieron.
No es así. Ninguno de aquellos hombres había visto a Elías sin mascarilla. No se trataba, por tanto, de reconocer el rostro del profeta, sino su espíritu. Y ese espíritu estaba desnudo y descubierto en Juan. Si no lo reconocieron fue porque Juan anunciaba al que quita el pecado del mundo, y ellos estaban enamorados de su pecado.
Tú tienes pecados, igual que yo. Pero detéstalos, lucha contra ellos. Porque si te enamoras de alguno de tus pecados, no podrás reconocer a quien viene a perdonarlos.